Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 30 de abril de 1870
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Vinader y al Sr. Figueras
Número y páginas del Diario de Sesiones: 270, 7.590, 7.591
Tema: Internación en Francia de los españoles

El Sr.Ministro de ESTADO (Sagasta): Para decir dos palabras al Sr. Figueras.

El Sr. Figueras ha interpretado mal una de mis expresiones, aquella en que yo decía que en el caso de extralimitarse la autoridad, deseo más que se equivoque en un sentido que en otro. Me refería a ese caso especial, en el que se trataba de una junta a la cual habían concurrido varios personajes, los que acordaron en ella que su gente viniera a la frontera a levantar el país en la suposición, como ocurre en tales casos, de que antes de llegar a ella habría gente sublevada en España; y en ese momento uno de esos señores que venían de la junta con otros que traían ese intento, fue detenido. Yo confieso Sres. Diputados, que en caso de duda es preferible que haya hecho con él lo que se ha hecho con sus compañeros de viaje: yo creo que en caso de duda, sobre si llevaba mejor o peor los documentos (que para no traerlos bien se necesita ser bastante torpe), debía procederse con esa persona del mismo modo que se procedía con los que le acompañaban. Por lo demás, en principios generales y bien sé que sería un disparate jurídico y de derecho público el sostener esa doctrina.

Respecto a lo que ha dicho el Sr. Ochoa, no sé si los Gobiernos anteriores, en sus postrimerías, hacían con lo carlistas lo que S.S. manifiesta, porque no recuerdo de ningún Gobierno que hiciera semejantes cosas; pero nosotros nada les hacemos, no nos metemos con los carlistas, no queremos perturbarles en nada, y procedemos con ellos como procedamos con todos los que se encuentra en el mismo caso.

Tampoco sé si los Gobiernos a que el Sr. Ochoa ha aludido darían mucha importancia a los carlistas y a esos personajes que conspiran: lo que sé es que el Gobierno actual no da importancia ni a ellos ni a sus conspiraciones; pero ya que de ellas se habla, menester es que digamos lo que sobre el Particular se sabe. Pero S. S. conoce que sin dar importancia a esa junta (al contrario, el Gobierno no se ríe de ella), tenemos que decir que los que la han celebrado han dicho: "esta es la ocasión, a España ahora;" y S. S. sabe los planos que allí se han fraguado, así como también los cargos que se han provisto, los nombramientos que han hecho, alguno de los cuales parece que ha recaído en S.S., lo que no me pesa, porque han tenido buena elección. (El Sr. Vinader: ¿Se refiera V. S. a mí?) A V. S. también, Sr. Vinader; parece que V. S. tiene también un puesto importante y merecido: no hay más dificultad que si S. S. no muda de camino, el viaje para desempeñarlo va a ser largo.

En fin, esta es la verdad, y repito que no damos importancia ni a los acuerdos ni a los nombramientos de la junta; dejemos a los agraciados que tengan sus credenciales en el bolsillo y que se reúnan para acordar lo que han de hacer cuando esas gracias lleguen a ser efectivas. Entretanto, no nos metemos con ellos; pero cuando se trata de las medidas que el Gobierno ha tenido que tomar, necesario es que se diga lo que pasa, aun cuando carezca de importancia para nosotros. Por lo tanto, Sr. Ochoa, nosotros hacemos precisamente lo contrario de lo que, según S.S., hacían aquellos otros Gobiernos en sus postrimerías.

El Sr. Figueras se empeña siempre que hablo yo en que agrio las cuestiones, en que soy muy duro, y en que llevo la pasión al debate. ¡Si no es exacto! Al contrario; ¡Si yo he estado muy cariñoso con S. S. y con los carlistas! Está S. S. muy equivocado si cree que no me hallo bien sino en situaciones de resistencia; para mí no hay cosa que me amargue más que el verme en esa precisión, porque ni mi carácter, ni mis costumbres, ni mis hábitos, ni mi modo de ser es eso. Al contrario, dudo que haya muchos hombres, de un carácter más dulce y de un modo de ser más suave que yo. (Risas en los bancos de la izquierda.)

Señores, esto es evidente, esto es verdad; todos los que me conocen, todos los que me tratan y han tratado en las diferentes situaciones de mi vida, jamás han conocido en mí un hombre destemplado, un hombre de lucha, un hombre de mal carácter; jamás, jamás. Lo que tiene es que yo me he encontrado en situaciones muy difíciles en que tenía que pugnar el deber con mis sentimientos; y cuando se trata del cumplimiento de mis deberes, no espero que nadie se me ponga por delante, sino que ahogo mis sentimientos, y no veo más que el cumplimiento de mi deber, y o lo cumplo, o dejo el puesto que se me tiene encomendado.

Pero por lo demás no hay una cosa que me cueste tanto trabajo como emplear la violencia; y de ninguna manera mi carácter es batallador. Ahora, cuando es necesario emplear cae carácter, lo empleo y sé cumplir con mi deber; ni más, ni menos. Lo que hay es que existen deberes que cumplo con gusto y otros que lo hago con repugnancia, pero que los cumplo; y así, siempre que tengo que luchar para vencer y deshacer a un enemigo, no por lo que importe a mí, sino por lo que importe a mi país y a los destinos de mi país, que me están encomendados, soy violento y soy duro, a pesar de que mi manera de ser es la fraternidad, la dulzura y la intimidad, como saben todos los que me tratan, y todos los que han podido conocerme en las diferentes situaciones de mi vida.

Y en último resultado, si yo algunas veces trato con dureza a alguien, es porque se me ha tratado a mí antes; y, confieso la verdad, siempre contesto en el mismo tono con que se me hable. Que digan los Sres. Diputados que me tratan si cuando conmigo se discute y se habla en buenos términos, yo no respondo en los mismos. [7590]

Lo que hay aquí es que yo he sido el anima vili de todas las oposiciones al Gobierno. ¿Qué había yo de hacer ante esas situaciones? ¿Había de humillarme? ¿Había de achicarme? Eso a mí me hubiera importado poco, por lo que a mi persona hacía; pero podía importar mucho país, de cuya gobernación estaba encargado; y por consiguiente, cuando se me atacaba destempladamente, destempladamente también tenía que devolver el ataque.

Es menester que no se olvide, señores, que yo luchaba con unos enemigos para cuyos partidarios, para cuyos afiliados entra por mucho la forma. Las masas, que son las que excitaban ciertas peroraciones de los Diputados federales, se dejan llevar más de la forma que del fondo porque en el fondo entran poco, en razón a que entiende poco de él; y yo no quería que esas masas creyeran que el Gobierno se dejaba humillar ante la fuerza de esas peroraciones, porque comprendía que de hacerlo así, esa masas se iban a poner encima de la autoridad, por dos razones: por las excitaciones de sus amigos, y después por la debilidad que el Gobierno demostraba. Era, pues, preciso hacerles ver que el Gobierno en todo era más fuerte que las masas, y que lo mismo en el fondo que en la forma podía derrotarlas.

Que habré cumplido mejor o peor con mi deber. Es ya es otra cuestión; pero que a mí nadie me tiene por hombre de mal carácter, eso podrán decirlo todos lo que me han tratado, y apelo a los que conmigo han tenido algunas relaciones, ya en la vida pública, ya en la privada, para que digan cuál es mi carácter, y para que manifiesten si es o no cierto el que cuando yo tengo que luchar duramente con alguno de mis compañeros, me cuesta un gran trabajo.



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